BIOÉTICA
Ley del aborto en México
Fuente: vidamexico.org
Autor: vidamexico.org
En el mes de abril del 2007, los diputados del Distrito Federal aprobaron leyes que legalizan el aborto con solo solicitarlo la madre dentro de las 12 primeras semanas de concebido el bebé. Antes de dicha ley existía el aborto legalizado en los casos de violación, malformación del bebé, o en caso que la vida de la madre estuviera en peligro; ahora sólo es suficiente que la madre lo solicite sin ninguna causa.
La Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en uso del derecho y de la obligación señalada en la Constitución, presentaron ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación una demanda para que declare inconstitucional ley mencionada, porque viola la Constitución, y nuestro estado de derecho, por eso no se puede admitir.
Es sumamente importante que los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sepan que muchos ciudadanos estamos pendientes de su Sentencia y que consideramos, basados únicamente en argumentos legales, que la Ley del Aborto debe ser declarada inconstitucional.
La Constitución es fundamento de todos nuestros derechos esenciales y todas las demás leyes deben ser su reflejo. Cuando las autoridades la atacan con leyes o actos, se abre espacio para subsecuentes violaciones que propician el rompimiento del orden establecido y de la seguridad de las personas…
En el Distrito Federal se rompió el orden Constitucional al aprobar Leyes que van en contra de nuestra Constitución, obligando a sus autoridades de salud a practicar abortos a solicitud de la madre, con lo que se ataca al derecho a la VIDA, que es el bien supremo garantizado por la Constitución, sin el cual no son concebibles todos los demás derechos del ser humano.
Hablemos de infertilidad. Esperando con amor
1-02-08
Fuente: Catholic.net
Autor: Andrea
Hola, mi nombre es Andrea y sufro de infertilidad. Es muy importante apoyarse, informarse y, principalmente, mantenerse fieles a las enseñanzas de Dios y de la Iglesia Católica.
La infertilidad puede ser una gran tentación para quebrantar los mandatos divinos, por ello, creo que debemos caminar juntos durante este proceso, para mantenernos leales a Dios, poder encontrar la sanación, abrirnos a nuevas opciones de amor – como la adopción por ejemplo – y a no sentirnos solos o estigmatizados.
Por último, siempre recordar que para Dios nada es imposible. Por ello, mientras esperamos que nos revele Su Voluntad, podemos estar optimistas, alegres y confiados en que El nos dará lo que de verdad necesitamos, aunque tal vez, por ahora, no sea lo que nosotros queremos.
Los invitamos a unirse a esta cruzada por el respeto a la vida,
P. Marcial Maciel, L. C. 10 de marzo de 1920 – 30 de enero de 2008
Fuente: www.legionaries.org/
Autor: Álvaro Corcuera, L.C.
«Servid constantemente al Señor.
Que la esperanza os tenga alegres;
estad firmes en la tribulación,
sed asiduos en la oración» (Rm 12, 11-12).
31 de enero de 2008
A los miembros del Movimiento
Regnum Christi
Muy estimados en Jesucristo:
«Et Verbum caro factum est!». Estas fueron las últimas palabras que Nuestro Padre dejó escritas. Él sabía que la Encarnación daba sentido a todas nuestras vidas, y por eso, sabemos que desde su niñez y adolescencia, Dios nuestro Señor le concedió la gracia de percibir nítidamente el valor relativo del tiempo de cara a la eternidad. Él nos enseñó siempre que Cristo es el centro, el único motivo de nuestra existencia: «…en el gran Misterio de su Presencia en la Eucaristía… podemos tocarlo y casi sentirlo como Hermano, Padre, nuestro Amigo y Redentor. Así… ha determinado ir acercándonos a Él hasta el día gozoso en que rompiendo las amarras, libres en su total plenitud, le podamos contemplar en la otra vida» (CNP 11 de marzo de 1975).
Dentro de la profunda tristeza y dolor que nos causa la noticia, tengo también la alegría de comunicarles que Nuestro Padre ha llegado al final de su peregrinación terrena. Con la paz que siempre llenó su alma, partió hacia su destino eterno el día 30 de enero en Estados Unidos.
Indudablemente se trata de un momento que, aunque ya sabíamos que habría de llegar, nos causa a todos humanamente una profunda tristeza. Su partida nos duele en lo más hondo del alma. Pero por otro lado, él siempre nos habló de la esperanza, y al hablar de la muerte, siempre nos habló de la Resurrección. Por eso no nos vamos a detener en la tristeza del momento ni en las lágrimas del corazón. Tenemos que escuchar hoy la exhortación de san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres» (Fil 4, 4). Con la alegría sobrenatural de quien vive de la fe y de la esperanza, llevando siempre en el corazón el gozo de estar unidos a Jesucristo, Buen Pastor, caminando a su lado, como los peregrinos de Emaús, con paso firme hacia la eternidad.
Como nos dijo en una ocasión, no quiere que nos quedemos con él: «si pudieran no verme, sino ver el Plan de Dios»; quiere que vayamos a Cristo. Ahí, en el Sagrario, en la oración, ante el Santísimo, es donde más estamos unidos, con la fuerza y único sentido de la caridad. Este será el mejor modo de recordarlo y tenerlo siempre en nuestros corazones.
Habría tanto que quisiéramos decir. Pero yo creo que lo que todos queremos ahora es el silencio que contempla y agradece, sufre y confía con el gozo del que cree y espera, en medio del dolor que no se puede comunicar con palabras. Unámonos a la Santísima Virgen; Ella guiará nuestras mentes hacia las profundidades del misterio que nos envuelve, y nos llenará siempre de su paz. Expresamente Nuestro Padre me había pedido que, en el momento de su muerte, le acompañase una imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien siempre tuvo como Madre fiel y amorosa. Que Ella nos ayude a continuar nuestra misión de servicio total a la Iglesia católica que tanto amamos, en una adhesión plena y filial al Santo Padre.
Los funerales se celebrarán en un clima de oración, de forma sencilla y privada. Lo acompañaremos con las oraciones que todos estaremos ofreciendo por su eterno descanso.
Profundamente unido a todos ustedes, en la oración y en la misión común, quedo su afmo. servidor en Jesucristo,
Álvaro Corcuera, L.C.
Mensaje para la XVI Jornada Mundial del Enfermo
11-02-08
Fuente: Vatican.va
Autor: SS Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
1. El 11 de febrero, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la Jornada mundial del enfermo, ocasión propicia para reflexionar sobre el sentido del dolor y sobre el deber cristiano de salir a su encuentro en cualquier circunstancia que se presente. Este año, en esa fecha coinciden dos importantes acontecimientos para la vida de la Iglesia, como se puede apreciar ya en el tema elegido —"La Eucaristía, Lourdes y la atención pastoral a los enfermos"—: el 150° aniversario de las apariciones de la Inmaculada en Lourdes y la celebración del Congreso eucarístico internacional en Quebec (Canadá). De ese modo se brinda una ocasión singular para considerar la íntima unión que existe entre el misterio eucarístico, el papel de María en el plan salvífico y la realidad del dolor y del sufrimiento del hombre.
El 150° aniversario de las apariciones de Lourdes nos invita a dirigir la mirada hacia la Virgen santísima, cuya Inmaculada Concepción constituye el don sublime y gratuito de Dios a una mujer, para que pudiera adherirse plenamente a los designios divinos con fe firme e inquebrantable, a pesar de las pruebas y los sufrimientos que debía afrontar.
Por eso, María es modelo de abandono total a la voluntad de Dios: acogió en su corazón al Verbo eterno y lo concibió en su seno virginal; se fió de Dios y, con el alma traspasada por la espada del dolor (cf. Lc 2, 35), no dudó en compartir la pasión de su Hijo, renovando en el Calvario, al pie de la cruz, el "sí" de la Anunciación.
Meditar en la Inmaculada Concepción de María es, por consiguiente, dejarse atraer por el "sí" que la unió admirablemente a la misión de Cristo, Redentor de la humanidad; es dejarse asir y guiar por su mano, para pronunciar el mismo fiat a la voluntad de Dios con toda la existencia entretejida de alegrías y tristezas, de esperanzas y desilusiones, convencidos de que las pruebas, el dolor y el sufrimiento dan un sentido profundo a nuestra peregrinación en la tierra.
2. No se puede contemplar a María sin ser atraídos por Cristo y no se puede mirar a Cristo sin descubrir inmediatamente la presencia de María. Existe un nexo inseparable entre la Madre y el Hijo engendrado en su seno por obra del Espíritu Santo, y este vínculo lo percibimos, de manera misteriosa, en el sacramento de la Eucaristía, como pusieron de relieve desde los primeros siglos los Padres de la Iglesia y los teólogos.
«La carne nacida de María, procediendo del Espíritu Santo, es el pan bajado del cielo», afirma san Hilario de Poitiers; y en el Sacramentario Bergomense, del siglo IX, leemos: «Su seno hizo florecer un fruto, un pan que nos ha colmado de un don angélico. María restituyó a la salvación lo que Eva destruyó con su culpa». Asimismo, san Pedro Damián dice: «Aquel cuerpo que la santísima Virgen engendró y alimentó en su seno con solicitud materna, aquel cuerpo sin duda, y no otro, ahora lo recibimos en el sagrado altar y bebemos la sangre como sacramento de nuestra redención. Esto es lo que nos dice la fe católica; esto es lo que enseña fielmente la santa Iglesia».
El vínculo de la Virgen santísima con su Hijo, Cordero inmolado que quita el pecado del mundo, se extiende a la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. Como afirma el siervo de Dios Juan Pablo II, María es «mujer eucarística» con toda su vida, por lo cual la Iglesia, contemplándola a ella como su modelo, «ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio» (Ecclesia de Eucharistia, 53).
Desde esta perspectiva se comprende mucho mejor por qué en Lourdes el culto a la santísima Virgen María va unido a un fuerte y constante culto a la Eucaristía, con celebraciones eucarísticas diarias, con la adoración del santísimo Sacramento y la bendición a los enfermos, que constituye uno de los momentos más fuertes de la visita de los peregrinos a la gruta de Massabielle.
La presencia en Lourdes de muchos peregrinos enfermos y de voluntarios que los acompañan ayuda a reflexionar sobre la solicitud materna y tierna que la Virgen manifiesta con respecto al dolor y a los sufrimientos del hombre. La comunidad cristiana siente que María, Mater dolorosa, asociada al sacrificio de Cristo, sufriendo al pie de la cruz con su Hijo divino, está particularmente cerca de ella cuando se congrega en torno a sus miembros que sufren, llevando los signos de la pasión del Señor.
María sufre con quienes pasan por la prueba, con ellos espera y es su consuelo, sosteniéndolos con su ayuda materna. ¿No es verdad que la experiencia espiritual de tantos enfermos lleva a comprender cada vez más que «el divino Redentor quiere penetrar en el ánimo de todo paciente a través del corazón de su Madre santísima, primicia y vértice de todos los redimidos» (Salvifici doloris, 26).
3. Si Lourdes nos impulsa a meditar en el amor materno de la Virgen Inmaculada por sus hijos enfermos y que sufren, el próximo Congreso eucarístico internacional será ocasión para adorar a Jesucristo presente en el Sacramento del altar, para encomendarnos a él como Esperanza que no defrauda y para recibirlo como medicina de inmortalidad que cura el cuerpo y el alma.
Jesucristo redimió al mundo con su sufrimiento, con su muerte y resurrección, y quiso quedarse con nosotros como "pan de vida" en nuestra peregrinación terrena. El tema del Congreso eucarístico, «La Eucaristía, don de Dios para la vida del mundo», subraya que la Eucaristía es el don que el Padre hace al mundo de su único Hijo, encarnado y crucificado. Él es quien nos reúne en torno a la mesa eucarística, suscitando en sus discípulos una solicitud amorosa en favor de los que sufren y los enfermos, en los que la comunidad cristiana reconoce el rostro de su Señor.
Como puse de relieve en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis, «nuestras comunidades, cuando celebran la Eucaristía, han de ser cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en él a hacerse "pan partido" para los demás» (n. 88). Esto nos estimula a servir personalmente a los hermanos, en especial a los que atraviesan dificultades, pues en realidad la vocación de todo cristiano consiste en ser, como Jesús, pan partido para la vida del mundo.
4. Así pues, es evidente que la pastoral de la salud encuentra precisamente en la Eucaristía la fuerza espiritual necesaria para socorrer de forma eficaz al hombre y para ayudarle a comprender el valor salvífico de su sufrimiento. Como dijo el siervo de Dios Juan Pablo II en la citada carta apostólica Salvifici doloris, la Iglesia ve en los hermanos y hermanas que sufren «como un sujeto múltiple de la fuerza sobrenatural» de Cristo (cf. n. 27).
El hombre que sufre con amor y con dócil abandono a la voluntad divina, unido misteriosamente a Cristo, se transforma en ofrenda viva para la salvación del mundo. Mi amado predecesor afirmó también que «cuanto más se siente el hombre amenazado por el pecado que lleva en sí el mundo de hoy, tanto más grande es la elocuencia que posee en sí el sufrimiento humano. Y tanto más la Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvación del mundo» (ib.).
Por consiguiente, si en Quebec se contempla el misterio de la Eucaristía, don de Dios para la vida del mundo, en la Jornada mundial del enfermo, con un paralelismo espiritual ideal, no sólo se celebra la efectiva participación del sufrimiento humano en la obra salvífica de Dios, sino que también se puede gozar, en cierto sentido, de los extraordinarios frutos prometidos a quienes creen. Así, el dolor, acogido con fe, se convierte en la puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor de Jesús y para llegar con él a la paz y a la felicidad de su resurrección.
5. A la vez que dirijo mi cordial saludo a todos los enfermos y a quienes los atienden de diversas maneras, invito a las comunidades diocesanas y parroquiales a celebrar la próxima Jornada mundial del enfermo valorando plenamente la feliz coincidencia del 150° aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes y el Congreso eucarístico internacional.
Se trata de una ocasión para subrayar la importancia de la santa misa, de la adoración eucarística y del culto a la Eucaristía, haciendo que las capillas en los centros de salud se transformen en el corazón palpitante en el que Jesús se ofrece incesantemente al Padre para la vida de la humanidad. También la distribución de la Eucaristía a los enfermos, hecha con decoro y espíritu de oración, es verdadero consuelo para quienes sufren por cualquier forma de enfermedad.
La próxima Jornada mundial del enfermo ha de ser, además, una circunstancia propicia para invocar de modo especial la protección materna de María sobre quienes se encuentran probados por la enfermedad, sobre los agentes sanitarios y sobre todos los que trabajan en la pastoral de la salud. Pienso, en particular, en los sacerdotes comprometidos en este campo, en las religiosas y en los religiosos, en los voluntarios y en todos los que con una entrega efectiva se dedican a servir, en cuerpo y alma, a los enfermos y a los necesitados.
Encomiendo a todos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, Inmaculada Concepción. Que ella ayude a cada uno a testimoniar que la única respuesta válida al dolor y al sufrimiento humano es Cristo, el cual al resucitar venció la muerte y nos dio la vida que no tiene fin.
Con estos sentimientos, imparto de corazón a todos una bendición apostólica especial.
Vaticano, 11 de enero de 2008
BENEDICTUS PP. XVI
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