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  CRECER EN FAMILIA
 

CRECER EN FAMILIA




Tema VII. Primera parte. Crecer en Virtudes


Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez, L.C.

LA FAMILIA: PRIMERA ESCUELA DE VIRTUDES

La madurez natural del ser humano es resultado del desarrollo armónico de las virtudes humanas. Y es difícil pensar conseguirlo sin contar con la familia, ya que en ésta, se puede lograr que las personas las desarrollen motivadas por el amor, por saber que todo miembro de la familia tiene el deber de ayudar a los demás miembros a mejorar.
El hogar y la vida en familia son la primera escuela de virtudes donde se trasmiten de forma natural a través de la vida cotidiana.

Virtud viene del latín vir que significa fuerza, e incluye todo aquello que perfecciona a la persona.

Es un hábito operativo bueno, una disposición estable en el individuo para la acción.
Es fuente de riqueza espiritual y perfección para el hombre que la practica.

En esta repetición de actos, lo más importante es:

* que hacen ser más y obrar mejor
* que potencian y engrandecen la capacidad de actuar
* que facilitan el uso correcto de la libertad.

El ser humano, formado por cuerpo y espíritu en una unidad sustancial, se ve sometido constantemente a impulsos que tiran de él en direcciones opuestas: por un lado, su parte material o sensible lo inclina fuertemente a la obtención de los bienes materiales; y por otro, su razón y su voluntad lo llevan a la búsqueda de la verdad y del bien.
Las virtudes actúan como un principio de unidad que permite al hombre integrar la razón y sentimientos, de modo que ambos converjan en un justo medio, subordinando las tendencias inferiores a las tendencias dictadas por la razón (superiores).
Cuando la persona carece del mando unificador (virtudes), puede fácilmente “absolutizar” el aspecto sensible de la realidad, ya que es el más inmediato y gratificante a corto plazo, pero lleva en sí mismo el germen del descontrol y la dispersión.
Aunque la sensibilidad es lo que permite disfrutar de la realidad viva, es la razón la que está diseñada para dirigir el accionar humano.

Dijimos que la virtud es un hábito operativo bueno, que orienta nuestras acciones al bien de manera continua e implica repetición. Pero esta repetición no puede ser una rutina de actitudes y comportamientos, es necesaria la presencia activa de la inteligencia y de la voluntad para conseguir en cada momento la verdad y la bondad.

Las virtudes son valores hechos vida. Son actos humanos nacidos del amor.
El estudio sistemático de las virtudes tuvo sus inicios en la época de Aristóteles, quien investigó científicamente el funcionamiento de las mismas como base de las perfecciones del hombre.

Hay tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Siguiendo a Santo Tomás, se pueden considerar como “hábitos operativos infundidos por Dios en las potencias del alma, para disponerlas a obrar según el dictamen de la razón iluminada por la fe”. Tienen por objeto al mismo Dios y son infusas, es decir, recibidas directamente por Dios.

Hay cuatro Virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Estas son adquiridas, es decir, el hombre puede esforzarse para desarrollar la virtud más y mejor a nivel natural. En torno a ellas giran todas las demás.

A todos los padres de familia les gustaría que sus hijos fueran ordenados, generosos, sinceros, responsables, leales, etc., pero existe mucha diferencia entre un deseo reflejado en la palabra “ojalá”, y un resultado deseado, previsto y alcanzable. Los padres tendrán que poner mucha “intencionalidad” en su desarrollo, para lo que pueden apoyarse en estos aspectos:

a) La intensidad con la que se vive
b) La rectitud de motivos al vivirla
c) La aclaración intelectual de lo que significa cada virtud
d) El ejemplo de la persona que está luchando por superarse personalmente.

Para decidir qué virtudes deberían considerarse prioritarias para cada edad, hace falta tener en cuenta:

1) los rasgos de la edad en cuestión
2) la naturaleza de cada virtud
3) las características y posibilidades reales de quien estamos educando
4) las características y necesidades de la familia y de la sociedad en la que se vive
5) las capacidades personales de los padres.

PRUDENCIA

Toda virtud es prudente. La prudencia es la virtud que nos ayuda en el conocimiento de la realidad objetiva, de lo que es verdad, y en la realización de lo que consideramos bueno.

Tiene una doble función:

* Conocer la realidad objetiva
* Ordenar nuestro querer y obrar para realizar el bien que deseamos.

Al conocer la realidad, la virtud facilita la reflexión adecuada antes de enjuiciar cualquier hecho o situación y, como consecuencia, se podrá tomar la decisión más acertada de acuerdo con criterios rectos y verdaderos.

Se trata por lo tanto de enseñar a discernir, a formar dichos criterios, a enjuiciar y decidir.

Para el conocimiento de la realidad (primera función), será necesario fomentar:

1. La disposición para conocer la realidad y ser coherente con ella.
2. Docilidad y humildad para aceptar lo que nos dicen y reconocer las propias capacidades y limitaciones.
3. Una gran objetividad para afrontar la realidad y decidirse por el bien, venciendo toda tentación de cobardía, injusticia e intemperancia.

Para ordenar nuestro querer y obrar hacia el bien (segunda función), es necesario:

1. Formar criterios rectos y verdaderos.
2. Desarrollar la capacidad crítica para apreciar los acontecimientos de acuerdo a esos criterios. Saber enjuiciar correctamente.
3. Tener la capacidad de decidir, de poner en marcha nuestro querer y obrar para realizar el bien de acuerdo con un enjuiciamiento correcto.

El fin de la prudencia más que conocer, es ayudarnos a decidir correctamente.
Es el modo que el hombre tiene de poseer, mediante sus decisiones y acciones, el bien propiamente humano: la verdad.
Es la madre de las virtudes y conductora de todos los hábitos buenos.

Lo contrario, o el vicio de la prudencia, es la Imprudencia, que incluye la precipitación, la inconsideración y la inconstancia y está relacionada con la falta de dominio sobre las pasiones.

Cuando nuestros hijos empiecen a tomar decisiones personales dentro de una zona limitada de autonomía, necesitarán de la Prudencia. Cuando esto sucede tenemos que guiarlo para que sepa en qué cosas debe obedecer y pedir consejo, y en cuáles puede decidir libremente. Necesitará de nosotros en situaciones nuevas donde no tenga la información adecuada, aunque poco a poco, se tendrá que enfrentar a un mayor número de decisiones que tomar.
Preparar a nuestros hijos para la etapa de toma de decisiones, que por lo general se da en la adolescencia, requiere de un adiestramiento previo por nuestra parte, en el desarrollo de una serie de capacidades en los hijos:

· de observación
· de distinguir entre hechos y opiniones
· de buscar información, distinguiendo entre lo importante y lo secundario
· de seleccionar fuentes
· de reconocer los propios prejuicios
· de analizar críticamente la información recibida y comprobar cualquier aspecto dudoso
· de relacionar causa y efecto
· de reconocer qué información es necesaria en cada caso
· de recordar.

Un ejercicio que ayuda a nuestros hijos a desarrollar estas habilidades es la lectura, pues implica un análisis mental, memoria, reconocimiento del tema principal y secundario, asimilar y sintetizar. Fomentemos con nuestro ejemplo este hábito sugiriendo lecturas formativas para la familia.
El contacto con el arte es otra manera indirecta de desarrollar la capacidad de observación y de sensibilizar, analizando un poco el contexto y vida del artista en cuestión, así como los elementos gráficos que constituyen la obra; investigar sobre ello amplia la información con que contamos.
Otro ejercicio útil es el análisis de programas de TV o anuncios, señalando los valores y antivalores que encontramos bajo un criterio correcto. El juicio nos lleva a poner sobre la mesa los valores, hacerlos tangibles y asimilarlos a nuestros criterios de actuación.

Educar en la prudencia es también permitir que asuma las consecuencias de sus errores, no tratar de resolverles la vida. Un buen consejo oportuno es valioso, pero tomar la decisión por ellos, no los hará madurar.
Se notará que un hijo está desarrollando la virtud de la prudencia, porque pide consejo, porque busca las fuentes adecuadas para documentarse, porque pondera esa información y la discute con sus padres y otras personas, porque llega a ser una persona de criterio y porque actúa o deja de actuar después de considerar las consecuencias del acto para él y para los demás.

JUSTICIA

Es dar a cada cual lo que le corresponde y supone un derecho previo que no puede ir en contra del derecho natural (por ejemplo, la ley del aborto: alegar “este es mi cuerpo y hago con él lo que quiero”, va en contra del derecho a la vida de otro ser humano).
Ser justo significa reconocer al otro en cuanto a otro, que tiene derecho a lo suyo; hacer el bien o el mal significa dar o retener lo que pertenece a otra persona con la que estoy comprometida de alguna forma. No basta la intención de nuestros actos, debe hablar de justicia.
El hombre que merece ser llamado el mejor, es el que es el más justo. La justicia tiene una supremacía sobre la Templanza y la Fortaleza, en cuanto a que no sólo ordena al hombre en sí mismo, sino también la convivencia con los demás.
La más auténtica perversión del bien humano es la injusticia y tiene su origen en dos causas: la falsa prudencia del sabio y la violencia del poderoso.
Como vemos la Justicia se realiza en función de los demás, por lo que no podemos desligarla de la Caridad.
La Justicia reside en la voluntad, no en el entendimiento y encuentra su pleno cumplimiento en tres estructuras:

1. La relación de los individuos entre sí (Justicia Conmutativa)
2. El todo social con los individuos (Justicia Distributiva)
3. Los individuos con el todo legal (Justicia Legal)

El niño pequeño realiza en ocasiones, actos injustos porque no los considera como tales. Pero en cuanto empieza a razonar, reconoce la injusticia al tratar que todos reciban lo mismo. Esto es alrededor de los siete u ocho años.
Hacia los once años se da cuenta que lo justo no es necesariamente el trato igualitario, sino más bien un trato de equidad, teniendo en cuenta la responsabilidad y las circunstancias de cada persona.
Los padres empezamos a mostrar a los pequeños las reglas del juego, luego vendrán las reglas impuestas por el grupo.

¿Qué herramientas son útiles para la construcción de esta virtud?

De 7 a 9 años:

· Aprender a establecer un acuerdo con un hermano o amigo y cumplirlo.
· Aceptar reglas, una vez conocidas.
· Respetar la propiedad ajena.
· Respetar las necesidades y derechos ajenos: las habitaciones de los hermanos, el silencio en momentos de estudio, llamar a la puerta, no interrumpir conversaciones.

De 9 a 13 años:

· Seguir insistiendo en actuaciones justas, explicando lo que es injusto.
· Ayudarles a comprender los motivos para ser justos.
· Aclarar las diferentes condiciones y circunstancias de cada persona.
· Enseñarles a rectificar y por lo tanto, a reparar.
· Ayudarles a reflexionar sobre la actuación adecuada, después de sufrir una injusticia de otro. Esto es muy doloroso, pero tenemos que fomentar el perdón, no la venganza, pues a quien más daña es a él mismo.
· Hablar de los demás con respeto, buscando lo positivo. Evitar el chisme y la calumnia.
· Devolver lo que nos prestan, en buenas condiciones.
· Hacerles ver las posibilidades que tiene los demás de realizar un acto bueno.
· Cumplir con las órdenes de los papás y otras autoridades.
· Evitar actos de injusticia, aunque sean pequeños y parezcan no tener importancia, paro repetidos crean un ambiente en el que es difícil realizar actos positivamente (contar pequeñas mentiras, colarse en la fila del cine, entrar al cine cuando no tienen edad, etc.).
· Fomentar su capacidad de reparar o rectificar ante el error, pedir perdón.

Es importante ser justo con cada uno de nuestros hijos, de acuerdo a su condición y circunstancias: edad, necesidades, estados de ánimo.

Aprovechemos el sentido de idealismo de los jóvenes, por ejemplo, para involucrarlos en alguna labor social. Es importante que nos vean que forma parte de nuestro diario actuar.
Al adolescente también es importante enseñarle lo que implica su papel de hijo, de hermano, de compañero y de ciudadano en su diario actuar, ayudarlo a comprender lo que es justo en cada momento. Esto es el derecho al respeto por parte de los demás, el derecho a la ayuda para alcanzar una mayor plenitud humana, derecho de participar de acuerdo en sus capacidades, derecho a convivir en orden y derecho a la intimidad. Obviamente compensados con el deber de actuar en congruencia, asumiendo las consecuencias lógicas de sus actos, ya sea en el cumplimiento o en la transgresión de sus deberes.

FORTALEZA

Esta virtud admite que el hombre es vulnerable. Tanto la Fortaleza como la Templanza suponen la debilidad del hombre y la existencia del mal que hacemos o que padecemos.
La función de esta virtud es el combatir este mal, nos ayuda a resistir y a cometer en situaciones dolorosas.
Consiste en aceptar el riesgo de sufrir o ser herido por la realización del bien. No es el peligro lo que busca, sino la realización del bien que la razón le demuestra.
La Fortaleza le exige al hombre lo más difícil, sin embargo no es la dificultad ni el esfuerzo lo que constituyen la virtud, sino únicamente la consecución del bien.
La Fortaleza se subordina a la Prudencia y a la Justicia: es una entrega de sí mismo de acuerdo con lo que dicta la razón.
Supone el temor del hombre al mal y el hacerle frente presenta los dos actos capitales de la fortaleza: Resistir y Acometer.
El acto más propio de la Fortaleza es el resistir y exige una enérgica actividad, un valeroso acto de perseverancia en la adhesión y obtención del bien. Y en el acometer, ayuda la iniciativa y la perseverancia.
Otros ingredientes necesarios son la paciencia, que significa no perder la serenidad; la confianza que el hombre pone en sí mismo.
Es la virtud de los convencidos capaces de luchar por un ideal. Como cristianos, es hacer por amor las pequeñas cosas de cada día; que en cada cosa que tenemos que lograr, pongamos todo nuestro esfuerzo.

Si tenemos clara la idea de la necesidad de formar a nuestros hijos, ¡a luchar! entonces por eso aún en contra de mi cansancio, de mi irritabilidad o de la búsqueda de mis propios intereses. Qué importante es enseñarles a esforzarse, a dominarse por lograr el bien; que sepan reconocerlo a pesar de las influencias de su propio medio, a resistir las tentaciones y a luchar por lo que quieren conseguir.

¿Qué podemos hacer como padres por nuestros hijos?

· Dejarlos luchar contra la frustración, no resolverles mágicamente sus problemas.
· Enseñarles a controlar sus impulsos.
· Retrasar los satisfactores inmediatos.
· Cumplir hasta el final con sus tareas asignadas.
· Practicar algún deporte.
· Enseñarles a decir que no ante un peligro.
· No decirles siempre que sí ni ceder a sus caprichos.
· Permitirles medir las consecuencias de sus actos.
· Evitar sobreprotegerlos.
· Permitirles la iniciativa.
· Educar en la perseverancia, de hábitos y de actividades.

Los tres vicios que se oponen a la Fortaleza son:

1. El temor. Se contrapone al valor que tenemos que tener para atacar (la injusticia, por ejemplo). Cuántas veces, por el temor al rechazo social, los jóvenes son incapaces de luchar por sus valores.
2. La osadía. Cuando actuamos con osadía, no tenemos prudencia, no medimos el riesgo. Es el acometer, simplemente por el acometer mismo, sin un bien ulterior buscado.
3. La indiferencia. Por no reconocer el deber de mejorar o por no querer enterarse de las influencias perjudiciales, adoptan una actitud pasiva, cómoda o perezosa.

Por lo que debemos:

* Proporcionar a nuestros hijos posibilidades, no sólo para que hagan un esfuerzo, sino para que aprendan a resistir.
* Estimularlos para que por su propia iniciativa, emprendan caminos de mejora que supongan un esfuerzo continuado.
* Enseñarles la congruencia entre lo que creen y lo que hacen, a pesar del medio en que se desenvuelven.
* Como padres, formarnos y superarnos continuamente, poniendo ejemplo de lucha diaria por un ideal.

El desarrollo de esta virtud les dará la fuerza interior para sobrevivir como personas, reconociendo la situación que los rodea, tanto para resistir como para acometer, haciendo de sí mismos personas sin miedo al dolor. Hombres y mujeres que saben sufrir callando, que no buscan la compasión, sin miedo al sacrificio o a la lucha, que no se rinden ante las dificultades, sin miedo al miedo, sin timideces ni complejos imaginarios, incompatibles con la frivolidad, que no se escandalizan con lo que ven ni oyen. En una palabra, personas enteras.

TEMPLANZA

La templanza tiene un sentido y un fin: poner orden en el interior del hombre, de donde brota la tranquilidad del espíritu. Se refiere al orden en el propio yo.
Lo que distingue a la templanza de las demás virtudes es que opera exclusivamente sobre el sujeto que actúa; se revierte sobre la persona misma.

La tendencia natural hacia el placer sensible (que se obtiene en la comida, la bebida, la inclinación sexual), es el reflejo de las fuerzas naturales más potentes que actúan en la conservación del hombre. Cuando se desordenan pueden sobrepasar a las otras energías en forma destructora.
La templanza regula el orden y medida de estas tendencias naturales. Así, aparece como castidad, sobriedad, humildad y mansedumbre; en contra de la lujuria, el desenfreno, la soberbia o la cólera.
La falta de templanza descompone la estructura moral de las personas.
La virtud que se ve más afectada es la prudencia, ya que provoca una especie de ceguera del espíritu que incapacita para ver el bien y quita la fuerza de voluntad.
La templanza prepara a la inteligencia y a la voluntad para captar la verdad y el bien y capacita para la entrega en el amor.
Unicamente por la templanza se llega al goce de las cosas sensibles, sin reducirlos a su propio placer.

La castidad modera el instinto sexual por medio de un orden dictado por la razón.
La sobriedad distingue entre lo razonable y lo inmoderado en cuanto al uso del dinero, del tiempo y del esfuerzo, de acuerdo con criterios rectos y verdaderos. Se consigue un autodominio.
La humildad implica reconocer nuestros propios límites, aceptar una realidad primaria y definitiva, aceptar la condición del hombre de “ser creado”. La humildad no es otra cosa que la verdad. Está acompañada de la magnanimidad, es decir, el ser capaz de aspirar a lo extraordinario y hacernos dignos de ello; y no porque confiemos en nuestras propias fuerzas, sino porque el hombre se abandona en la fuerza de Dios.
La mansedumbre hace al hombre dueño de sí mismo, debilita la fuerza de sus pasiones, modera la ira y la ordena según la razón.

La ideología del mundo de hoy nos pone, y sobretodo a los jóvenes, una gran cantidad de estímulos en pro de la satisfacción de sus deseos, ya sea vía placer o consumismo. Suele tomar frases como:

· “¿Qué hay de malo en pasarla bien?”
· “Si yo trabajo, porqué no gastar mi tiempo y dinero como quiero...”
· “Cuando me divierto, no le hago daño a nadie...”
· “La moda es...”

No se trata de censurar esta actitud, sino de buscar un fin más importante que rija el modo de actuar del ser humano. Que no se quede en el actuar sólo por el placer. No se trata de no hacer daño solamente, sino de hacer el bien, gastar el dinero en nuestro bien y el de los demás. La “moda” no es justificación suficiente para dejar de lado las decisiones personales, sólo por el hecho de no ser diferente y de quedar aislado.
La sociedad de consumo hace difícil distinguir entre lo necesario y lo superfluo y nos crea necesidades.

El hombre sobrio no se engaña, disfruta de lo que tiene pero no se ata a ello. Controla sus pasiones sin permitir que sus caprichos lo controlen a él.
Vivir la sobriedad con alegría reflejará el testimonio que de esta virtud demos a los hijos: enseñarles a valorar lo que tienen y el esfuerzo que supone conseguirlo.
Si se entiende al trabajo únicamente como una manera de ganar dinero, es probable que la finalidad del tiempo libre sea gastarlo. De ahí la revalorización que debemos hacer no sólo del trabajo, sino del uso de nuestro tiempo.

¿Cómo educar esa sobriedad?
Enseñándoles:

1. A valorar lo que poseen y lo que pueden poseer.
2. A dominar sus caprichos con alegría.
3. A reflexionar el porqué de sus gastos.
4. La importancia que tiene no estar atado al placer.
5. A controlar ciertas apetencias.
6. Ideales elevados que lleven a una satisfacción profunda, en lugar de buscar lo superficial.
7. A actuar congruentemente con lo que perseguimos con voluntad.
8. Que nuestros reconocimientos a sus logros no son materiales.

En conclusión, algunos objetivos educativos que se derivan de cada virtud, se resumen en el siguiente cuadro: 






Tema VII. Segunda parte. Virtudes humanas

06-02-08

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez, L.C.

VIRTUDES HUMANAS

Las virtudes humanas son los hábitos operativos buenos que giran alrededor de las cuatro virtudes cardinales.
Teniendo en cuenta que cada familia es diferente, y que cada hijo y cada padre requiere una atención diferente, vamos a considerar con brevedad, un esquema de virtudes por edades, teniendo en cuenta los rasgos estructurales de las edades y la naturaleza de las virtudes.

HASTA LOS 7 AÑOS

* Obediencia
* Sinceridad
* Orden

Antes de los siete años los niños apenas tienen uso de razón, y por tanto, lo mejor que pueden hacer es obedecer a sus educadores, intentando vivir este deber con cariño. Se tratará de animarles a cumplir por amor, para ayudar a sus padres y, así, comenzar los primeros pasos de la virtud de la generosidad.

A la vez, debemos de desarrollar en los hijos la virtud de la sinceridad, porque esta exigencia en el hacer tiene que traducirse paulatinamente en una exigencia en el pensar.

El orden es importante por varios motivos:

1. Si no se desarrolla desde pequeños, es mucho más difícil después.
2. Es una virtud necesaria para una convivencia feliz.
3. Tranquiliza a las madres de familia.

Estas tres virtudes formarán una base sólida para luego abrirse a más virtudes en la próxima etapa.

DESDE LOS 8 HASTA LOS 12 AÑOS

* Fortaleza
* Perseverancia
* Laboriosidad
* Paciencia
* Responsabilidad
* Justicia
* Generosidad

Los chicos de estas edades pasan por una serie de cambios de tipo biológico con la llegada de la pubertad, y parece conveniente desarrollar de un modo especial la voluntad para hacer más fuerte su propio carácter. Ahora los hijos empiezan a tomar más decisiones personales, pero necesitan criterios para saber si se dirigen bien al objeto de su esfuerzo.

La perseverancia es importante porque es la edad de los retos (pero razonables). Se trata de “soportar molestias”, de “esforzarse continuamente para dar a los demás”, de “alcanzar lo decidido”, de “resistir influencias nocivas”, etc.
Esta es una edad para “tirar hacia arriba”. Y con esto se quiere decir elevar la vista de los niños hacia Dios.
Quizá parezcan muchas virtudes para perseguir simultáneamente, pero están muy relacionadas. Si se concentra en una o dos de ellas, es muy probable que el niño mejore en las demás.

DE LOS 13 HASTA LOS 15 AÑOS

* Pudor
* Sobriedad
* Sencillez
* Sociabilidad
* Amistad
* Respeto
* Patriotismo

Desde los ocho hasta los doce años aproximadamente, hemos destacado virtudes relacionadas con la fortaleza y con la justicia, en cuanto supone la adaptación del comportamiento a unas indicaciones concretas.
Desde los trece hasta los quince años, parece conveniente, de acuerdo con el descubrimiento más claro de la propia intimidad, insistir de un modo preferente en unas virtudes relacionadas con la templanza en primer lugar. Y esto para no perder de vista EL BIEN a causa de las pasiones incontroladas.

Si anteriormente hemos insistido en la fortaleza, ahora se trata de utilizar esta fuerza para proteger lo más precioso de cada ser: su intimidad. Y con la intimidad, nos referimos al alma, a los sentimientos, a los pensamientos y no sólo a los aspectos del cuerpo. Las virtudes del pudor y de la sobriedad podrían resumirse en llegar a reconocer el valor de lo que uno posee para luego utilizarlo bien, de acuerdo a los criterios rectos y verdaderos.

Es importante darles razones. Nuestros hijos no están dispuestos a imitar nuestro comportamiento como nosotros lo hacíamos con nuestros educadores. NUESTROS HIJOS PIDEN RAZONES. Y se sugiere que se de la información a los jóvenes, de acuerdo con cuatro “C”: una información CLARA, CORTA, CONCISA Y CAMBIAR DE TEMA.

Aparte de estas virtudes, relacionadas con la templanza, hay que insistir en otras que tienen que ver con la persona y sus relaciones con los demás. Se destacan la sociabilidad, amistad, respeto y patriotismo. Se debe orientar a los jóvenes para que lleguen a concretar sus inquietudes hacia los demás, en actos concretos de servicio, ya que son idealistas y también necesitan vivir nuevas experiencias.

Se incluye la virtud de la sencillez, porque es lo que el adolescente necesita para comportarse congruentemente con sus ideales y también para que llegue a aceptarse tal como es.

DESDE LOS 16 HASTA LOS 18 AÑOS

* Prudencia
* Flexibilidad
* Comprensión
* Lealtad
* Audacia
* Humildad
* Optimismo

Las primeras virtudes que destacamos para esta edad, se basan en una capacidad de razonar inteligentemente, es decir, intelectual. En la edad anterior, hemos destacado la importancia que tiene dar una información a los jóvenes sobre el significado de estos conceptos. Ahora, habrá que repetir lo mismo, pero con mayor insistencia.

Los problemas en relación con las pasiones, vendrán seguramente, por unas ideas erróneas. Aquí hace falta la flexibilidad para poder aprender de distintas situaciones pero sin abandonar los criterios de actuación personal. La prudencia, para que el joven abra los ojos a su entorno y busque la información adecuada ponderando las consecuencias antes de tomar decisiones. Hay que obligar a los jóvenes a plantearse seriamente el porqué de sus propias vidas, para que lleguen a actuar coherentemente con unos valores. Aquí la importancia de la lealtad.

También el reconocimiento realista de sus propias posibilidades como persona, que es la humildad. Y una actuación audaz para conseguir un auténtico bien, que es la audacia.

Una virtud muy importante para una sociedad caracterizada por el odio y la desesperación es la del optimismo. Esta es una virtud que hay que desarrollar en niños pequeños y en todas las edades, pero lo incluimos de un modo preferente ahora, porque con la voluntad, se puede adquirir el hábito de ver lo positivo en primer lugar, de ver lo mejor en los demás y ayudarles a mejorar.

Por último, no tiene gran importancia el hecho de destacar una virtud u otra. El conjunto de las virtudes en desarrollo es lo que nos interesa. Por eso, se pide a los padres, una lucha de superación personal, respecto a las virtudes que quieren desarrollar en sus hijos.
De todas formas cada persona tendrá sus preferencias. ¿Cuáles son las tres virtudes que recomendaríamos especialmente para los padres de familia? Perseverancia, paciencia y optimismo.

Se incluye una breve descripción operativa de las virtudes humanas arriba comentadas y también un cuadro de virtudes por edad.

AMISTAD

Llegar a tener con algunas personas que ya conoce previamente por intereses comunes, de tipo profesional o de tiempo libre, diversos contactos periódicos personales, a causa de una simpatía mutua, interesándose ambos, por la persona del otro y por su mejora.

AUDACIA

Emprender y realizar distintas acciones que parecen poco prudentes, convencido, a partir de la consideración serena de la realidad, con sus posibilidades y con sus riesgos, de que pueda alcanzar un auténtico bien.

COMPRENSIÓN

Reconocer los distintos factores que influyen en los sentimientos o en el comportamiento de una persona, y profundiza en el significado de cada factor y en su interrelación, ayudando a los demás a hacer lo mismo, y adecua su actuación a esa realidad.

FLEXIBILIDAD

Adaptar el comportamiento con agilidad, a las circunstancias de cada persona o situación, sin abandonar por ello los criterios de actuación personal.

FORTALEZA

En situaciones ambientales perjudiciales a una mejora personal, es resistir las influencias nocivas, soportar las molestias y entregarse con valentía, en caso de poder influir positivamente para vencer las dificultades y para acometer empresas grandes.
Echar a volar de Alfonso Aguiló

GENEROSIDAD

Actuar a favor de otras personas desinteresadamente y con alegría, teniendo en cuenta la utilidad y la necesidad de la aportación para esas personas, aunque les cueste un esfuerzo.
¡Viva el prójimo! de P.P. Antonio Rivero, L.C

HUMILDAD

Reconocer sus propias insuficiencias, sus cualidades y capacidades y aprovecharlas para obrar el bien, sin llamar la atención ni requerir el aplauso ajeno.

JUSTICIA

Esforzarse continuamente para dar a los demás lo que les es debido, de acuerdo con el cumplimiento de sus deberes y de acuerdo con sus derechos como personas (a la vida, a los bienes culturales y morales, a los bienes materiales), como padres, como ciudadanos, como profesionistas, etc. Y a la vez, intenta que los demás hagan lo mismo.

LABORIOSIDAD

Cumplir diligentemente las actividades necesarias para alcanzar progresivamente su propia madurez natural y sobrenatural. Ayudar a los demás a hacer lo mismo, en el trabajo y en el cumplimiento de los demás deberes.

LEALTAD

Aceptar los vínculos implícitos en su adhesión a otros (amigos, jefes familiares, patria, instituciones, etc.), de tal modo que refuerza y protege, a lo largo del tiempo, el conjunto de valores que representan.

OBEDIENCIA

Aceptar, asumiendo como decisiones propias, las de quien tiene y ejerce la autoridad, con tal de que no se opongan a la justicia, y realizar con prontitud lo decidido, actuando con empeño para interpretar fielmente la voluntad del que manda.
¿Porqué mis hijos no me obedecen?"

OPTIMISMO

Confiar razonablemente en sus propias posibilidades, y en la ayuda que le pueden prestar los demás y confiar en las posibilidades de los demás, de tal modo que en cualquier situación, distinga en primer lugar, lo que es positivo en sí y las posibilidades de mejora que existen y, a continuación, las dificultades que se oponen a esa mejora, y los obstáculos, aprovechando lo que se puede y afrontando lo demás con deportividad y alegría.

ORDEN

Comportarse de acuerdo con unas normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, con iniciativa propia sin que sea necesario recordárselo.

PACIENCIA

Una vez conocida o presentida una dificultad a superar o algún bien deseado que tarda en llegar, soportarlas molestias presentes con serenidad.

PATRIOTISMO

Reconocer lo que la patria le ha dado y le da. Tributarle el honor y servicio debidos, reforzando y defendiendo el conjunto de valores que representa, teniendo a su vez por suyos, los afanes nobles de todos los países.

PERSEVERANCIA

Una vez tomada una decisión, llevar a cabo las actividades necesarias para alcanzar lo decidido, aunque surjan dificultades internas o externas o pese a que disminuya la motivación personal a través del tiempo transcurrido.

PRUDENCIA

En su trabajo y en las relaciones con los demás, recoger información que enjuicia de acuerdo con criterios rectos y verdaderos, ponderar las consecuencias favorables y desfavorables para él y para los demás, antes de tomar una decisión, y luego actuar o deja de actuar de acuerdo con lo decidido.

PUDOR

Reconocer el valor de su intimidad y respetar la de los demás. Mantener su intimidad a cubierta de extraños, rechazando lo que puede dañarla y descubrirla únicamente en circunstancias que sirvan para la mejora propia o ajena.
Elogio al Pudor Jorge Peña Vial

RESPETO

Actuar o dejar de actuar, procurando no perjudicar ni dejar de beneficiarse a sí mismo ni a los demás, de acuerdo con sus derechos, con su condición y con sus circunstancias.
Educar en el Respeto de P. Fernando Pascual.

RESPONSABILIDAD

Asumir las consecuencias de sus actos intencionados, resultado de las decisiones que tome o acepte; de tal modo que los demás queden beneficiados lo más posible o , por lo menos, no perjudicados, preocupándose a la vez de que las otras personas en quienes puede influir hagan lo mismo.

SENCILLEZ

Cuidar de que su comportamiento habitual en el hablar, en el vestir, en el actuar, esté en concordancia con sus intenciones íntimas, de tal modo que los demás puedan conocerle claramente, tal como es.

SINCERIDAD

Manifestar, si es conveniente, a la persona idónea y en el momento adecuado, lo que ha hecho, lo que ha visto, lo que piensa, lo que siente, etc., con claridad y respeto a su situación personal o a la de los demás.

SOBRIEDAD

Distinguir entre lo que es razonable y lo que es inmoderado y utilizar razonablemente sus cinco sentidos, su dinero, esfuerzo, etc., de acuerdo con criterios rectos y verdaderos.

SOCIABILIDAD

Aprovechar y crear los cauces adecuados para relacionarse con distintas personas y grupos, consiguiendo comunicarse con ellas a partir del interés y preocupación que muestra por lo que son, por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que piensan y por lo que sienten.
Buen humor en la familia Ricardo Regidor

POSIBLE DISTRIBUCION DE VIRTUDES SEGUN EDADES

Tema IX. Evaluación

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez, L.C.



1.Dificultades para mi vida familiar

* Cuestionario de autoanálisis personal
* Cuestionario sobre la necesidad de Dirección Espiritual

2.Objetivos de mi familia (valores humanos y cristianos)

* Cuestionario de análisis de matrimonio
* Cuestionario sobre la necesidad de consultoría matrimonial

3.El programa de familia (proyecto de vida concreto para mi familia)

* Formato de Plan de Vida

______________________________________


Cuestionario de autoanálisis personal

¿CÓMO SOY?

1.¿Cuáles son las cualidades más importantes que tengo?

2.¿Cuáles son los defectos más importantes que tengo?

3.¿Qué aspectos de mi vida personal pueden explicar por qué soy así?

4.¿Cuál es mi virtud principal?

5.¿Cuál es mi defecto dominante?

6.¿En qué área (s) de mi persona tengo que trabajar?
Física _____
Intelectual____
Humana____
Emocional_____
Espiritual_____

7.¿Podría ponerme una meta de cambio personal?

Cuestionario sobre la necesidad de Dirección Espiritual

UN ALTO EN EL CAMINO

1.En tu vida personal, ¿qué buscas con verdadero deseo?

2.¿Tienes una clara jerarquía de valores?

3.¿Qué haces para mantenerla?

4.¿Qué tan importante es para ti tu crecimiento espiritual?

5.¿Estás consciente que tú puedes poner los medios para acrecentarlo?

6. Sí estas interesado en tener una plática con algún consultor espiritual que te oriente en ese crecimineto Catholic.net cuenta con el servicio de consultores espirituales en línea aquí

BALANCE DE NUESTRA RELACION MATRIMONIAL

Cuestionario de análisis matrimonial

1.¿Cuál fue la idea acerca del matrimonio que cada uno de ustedes tenía, cuando se casó?

2.¿Qué tan profunda es su relación en estos momentos?

3.¿Qué medios han puesto para que el amor no decaiga?

4.¿Hay rutinas en sus vidas? Si las hay, ¿cómo piensan que deben evitarlas? Si no las hay, ¿cómo las han evitado?

5.¿Cuáles creen que son los problemas que deben enfrentar como pareja en el momento actual?

6.¿Pueden hablar de ustedes sin llegar al conflicto?

7.¿Cuáles fueron sus valores y principios al casarse?

8.¿Qué valores y principios han adoptado posteriormente?

9.¿Cómo actúan?
¿Por quedar bien con los demás?
¿Por cumplir?
¿Por ser realmente lo que ustedes quieren ser?

Cuestionario sobre la necesidad de consultoría familiar

Índice de esta lección

 

 
   
 
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